miércoles, 4 de diciembre de 2013

el álbum familiar: un verdadero rompe-cabezas

Tuve dos álbumes de fotos mías. Uno iba desde mi nacimiento hasta los 2 años aprox. El segundo desde el cumple de 3 hasta el de 7 y le quedaban hojas por completar. Los miraba mucho de chica. Los amaba. El primero estaba quemado en unas páginas porque una vez lo apoyaron sobre el calefactor. Odiaba la imprudencia de mis padres en ese sentido. Pero amaba mis álbums. Eran mi historia hecha fotos. Mis abuelos jóvenes, mi primera bici, ese auto del que no me acuerdo.
A mi hermano del medio le compraron un álbum de Mickey, pero nunca nadie le puso las fotos. Había fotos, claro. Pero no estaban ordenadas en el álbum sino yirando por los rincones de la casa. Mi hermano más chico no tuvo álbum. Ni siquiera un álbum vacío. Llegó en un muy mal momento afectivo de la pareja, asique ni siquiera pudieron comprarle uno. Recuerdo que un época sentía una especie de obligación moral, en tanto hermana mayor, de hacerles el álbum. Al menos de completárselo al más grande, que lo tenía ahí, con las hojas en blanco. Pero mi psicóloga me bajó mil cambios al decirme "vos podés armarles todos los álbumes que quieras, pero su historia familiar la van a tener que armar ellos solitos,  como un rompecabezas, como puedan".
J. es el segundo hijo de sus padres. También llegó en un mal momento. Siempre me contaba, con mucho pesar, que ese malestar se expresaba en el hecho de que no había fotos de cuando él nació. Cuando yo estaba embarazada visitamos unas tías suyas y una apareció con una caja de diapositivas. En el medio de millones de fotos de su hermano mayor, apareció una de una clínica, donde estaba su hermano mayor parado junto a la cama, su madre acostada y... él. Él recién nacido. La calidad es bastante mala, medio que del bebé poco puede decirse, pero no puedo explicarles la emoción que le agarró cuando se encontró.
A P. le hice un álbum artesanal. Mitad para ahorrar, mitad porque me parecía divertido, compré un álbum cualunque, lo forré, corté las letras de su nombre en contact para el lomo y elegí una foto de él con la que mi papá hizo una postal digital, con frase de Peter Pan, para la tapa. 
La hermana de P. quiere un álbum. O al menos lo quería cuando vio el de P. No sólo quería un álbum: quería uno igualito igualito, con las letras recortadas igual. Tanto insistía que J. me preguntó donde le compré. Entonces le expliqué lo obvio: lo hice yo (entre paréntesis, cuando J. me vio llenándole el álbum a P. por primera vez me dijo "qué bueno lo que estás haciendo" y yo sabía todo lo que significaba esa frase; él no se sienta a hacerlo, pero sabe que tiene un gran valor, que P. lo va a valorar).
Podría generalizar y decir que H. estaba pasando por una etapa en que quería todo igual al hermano. "Vestilo de verde", me decía, "así yo me pongo esta remera y estamos iguales". Celos, ganas de sentir que tenía un par, no lo sé. Pero volvamos al álbum. Por un lado, me daba pena cuando la escuchaba pedir. Claramente a sus ojos el hermano estaba teniendo un álbum hermoso (yo tengo mil críticas a mi dudosa prolijidad, pero la mirada infantil siempre es más generosa) y ella quería lo mismo. Pero, por otro lado, ¿era yo la que tenía que darle un álbum? Supongamos que le compro un álbum. Supongamos más. Supongamos que dedico una tarde a forrar un álbum comercial y cortar las letras de su nombre en contact. Misma marca, mismo tamaño. Quizás exhibidos en un estante parezcan álbums similares. Pero ¿son similares? ¿Qué habría dentro de su álbum? ¿Comenzaría con ella en la clínica con mamá y papá? Sí, ríanse. Ríanse conmigo porque yo también me río, de sólo imaginarme ordenando fotos de mi actual con su ex. 
Las familias ensambladas tienen sus particularidades y uno/una/yo a veces siente que los hijos de la primera vuelta sufren no tener cosas que están teniendo sus hermanos de la segunda. No siempre es (tan) así. En todo caso, acá es cuando vuelva al principio de esta historia. Mis hermanos son hermanos míos de padre y madre y ninguno de los dos tuvo un álbum de fotos. Corrijo. Uno tuvo un álbum sin completar. No sé si eso es mejor o peor. 
A mí me surje hacer un álbum para mi hijo. Podría comprarle un álbum a H., pero creo que debería llenarlo con su mamá y/o su papá. Si hasta ahora no lo han hecho sus padres, no sé cuánto es por cuelgue y cuánto por no remover el arcón de los recuerdos, algunos de los cuales son poco felices. En todo caso, como dijo mi psicóloga, con o sin álbum ella armará su propia historia como un rompecabezas. Pero el juego nunca termina, porque nunca se sabe cuántas piezas tiene el puzzle...

3 comentarios:

  1. A veces me pregunto que pensaré Sophie cuando vea sus fotos... yo no le hice albúm de fotos pero si le lleve un registro desde el nacimiento hasta el primer año en un cuaderno para ella :)

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  2. todavía me acuerdo de mirar y mirar los álbums de fotos familiares y mirar las de bebé de mis dos hermanos mayores y que las mías arrancaban mucho después. Salvo alguna del bautismo, casi que no había de los primeros meses. Ahora, que atravieso el segundo embarazo y no tengo ni un 10% de fotos de panza que con el primero, entiendo con naturalidad esas diferencias y la forma en que la rutina, el laburo, el impacto de la llegada de un hijo, cambian totalmente de uno a otro. Lo que es seguro es que cada uno construye y reconstruye su historia familiar y en definitva su identidad a partir de varias cosas. Pueden ser las fotos y los álbums pero también las anécdotas, los recuerdos, las experiencias, la vida misma. Y probablemente en los chicos que forman parte de flias ensambladas el album se irá completando con las fotos de la clínica y con mamá y papá pero después, necesitará tener también las de las nuevas familias, los nuevos hermanos, los nuevos tíos. En fin, un álbum ensamblado que también va a ayudar a reconstruir.

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  3. al primer bb que llegó al grupo de amigas de la facu le quisimos regalar un álbum, de esos en que dejás anotado lo más importante de la criatura, en los primeros 5 años de vida. pero todos los putos álbumes tenían el bendito árbol genealógico, y ésta era una familia de mamá-hija, solamente. así que una de las chicas hizo un collage que llenamos de buenos deseos y se lo pegamos arriba. zafamos. al nacer mi hijo, me regalaron el nuestro. y lo vengo completando religiosamente. a mí me entusiasma volver por ahí, dejarle escrito de puña y letra alguna anecdota, recortar y pegar fotitos, hasta conservo ahí la primera media que usó, cada vez que la miro la veo más minúscula. sean como sean los reompecabezas siempre ayudan a armar las historias.

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